La ruta ferroviaria que atraviesa Rusia, y conecta con Mongolia y China, es un viaje contemplativo. Hay trenes muy diversos, desde líneas regulares de confort básico a ferrocarriles de lujo. El trazado principal, inaugurado en 1904, enlaza Moscú con Vladivostok, en la costa rusa del Pacífico, después de recorrer más de 9.000 kilómetros haciendo escalas. El viaje puede proseguir con el Transmongol (que llega hasta Pekín a través de Mongolia) o el Transmanchuriano, que lo hace por Manchuria.
Las primeras paradas más interesantes son Ekaterimburgo (donde el último zar, Nicolás II, fue asesinado en 1918 por los bolcheviques junto a toda su familia) e Irkutsk, en Siberia, donde se encuentra el lago Baikal con su excepcional biodiversidad acuática y los pueblos bouriatos que viven en sus orillas.
Dejándola atrás, la taiga cede paso a los pastos de Mongolia, las aldeas rodeadas de pequeños muretes y las primeras yurtas. Luego llegan Ulán-Udé, con sus estepas y caballos salvajes, y más allá, las áridas tierras del desierto de Gobi que nos acompañan hasta la frontera china.